De divas y definiciones
En algún artículo de internet sobre Paris Hilton se puede leer una descripción tan enigmática como clara: dice ahí que Paris Hilton es famosa porque es famosa. Bueno, con el tema de las negociaciones sucede algo semejante: la negociación es importante porque es importante.
De la misma forma en que todos comprendemos que una noche de copas resulta mucho más atractiva para los periódicos, los programas y las revistas de espectáculos si la protagonizó Paris Hilton que si lo hizo cualquier amiga nuestra de la preparatoria, todos intuimos que es más importante para nuestra vida negociar bien que, por ejemplo, aprender lectura rápida, o saber bajar aplicaciones a nuestro teléfono celular.
Googleando la negociación
¿Qué tan importante es esto de negociar? Para responderlo podemos hacer la prueba de Google. Como todos sabemos, una forma de medir la fama de alguien es googlear su nombre y ver cuántos resultados arroja la búsqueda. Así podemos afirmar que Frank Sinatra, por ejemplo, es mucho más popular que Leonard Cohen, ya que la búsqueda del primero arroja 70 millones de páginas encontradas, mientras que el nombre del segundo aparece 24 millones de veces. Si aplicamos el mismo experimento al término negociación, podremos constatar que su uso es mucho más generalizado que el de conceptos de indudable importancia, como planeación estratégica, desarrollo organizacional o gestión del talento.
El primer día
Todos los libros de negociación, más o menos al inicio
afirman que la negociación es importante porque todos lo hacemos todos los
días. No sólo es cierto esto último, sino que, si lo analizamos un poco,
veremos que se trata de una actividad que nos acompaña desde que inicia nuestra
vida. Esta afirmación podría parecer exagerada, sin embargo estoy convencido de
que es así. Negociar no es, como se suele afirmar, alcanzar un acuerdo (si bien
los acuerdos son un elemento básico en muchas negociaciones). Tampoco se limita
a ser, como lo establece algún diccionario, un intercambio, dar algo para
recibir algo a cambio. Negociar es realizar un esfuerzo de interacción para
generar beneficios. Un recién nacido comprende, desde sus primeras horas de
vida, que hay conductas (llorar, por ejemplo,) que puede realizar para
interactuar con otros e intentar obtener un beneficio (ser alimentado, por
ejemplo). Desde el primer día de vida de un bebé, sus neuronas, listas para
recibir información y empezar a conectarse entre sí, registran la relación que
hay entre ciertas conductas y la satisfacción de sus necesidades o deseos, y se
establecen la primeras premisas, las primeras estructuras de pensamiento que le
hacen actuar de determinada forma cuando quiere alcanzar determinado objetivo;
y estas premisas y nociones se van ajustando y refinando y nos acompañan toda
la vida. Y así, por increíble que parezca, cuando estamos negociando unas
vacaciones o un incremento de sueldo estamos aplicando los modelos y las
creencias sobre la forma de obtener lo que deseamos que se empezaron a formar
dentro de nosotros desde el primer día de nuestras vidas (aunque no todos
solicitemos las vacaciones llorando).
Así que no sólo es cierto que todos negociamos, sino que lo hacemos desde que nacimos. ¡Casi podríamos decir que nacimos negociando!
Así que no sólo es cierto que todos negociamos, sino que lo hacemos desde que nacimos. ¡Casi podríamos decir que nacimos negociando!
El ADN negociador
Algo más podemos agregar en esta misma línea: mientras
crecemos, esas premisas y principios del vínculo entre el esfuerzo para
conseguir algo y las posibilidades de efectivamente conseguirlo, se van
haciendo cada vez más elaboradas, se van alimentando de nuestras experiencias,
de nuestra personalidad y forma de ser, de la gente con la que crecemos, de los
juegos que jugamos, de los trabajos en que trabajamos, de las cosas que nos
salen mal y de las cosas que nos salen bien. De tal forma que el día de hoy
cada uno de nosotros tiene una estructura de "pensamiento negociador"
distinta, que nos caracteriza. Cada uno de nosotros negocia distinto, y obtiene
diferentes resultados. Tú mismo eres un negociador… algo. No sé qué sea ese
algo, probablemente seas un negociador agresivo, o ingenuo, o transparente, o intuitivo,
o confiado, o estratégico, u honesto, o impulsivo. Cada uno de nosotros tiene
una especie de ADN de negociación, un conjunto complejo de ideas, creencias,
valores, estilos, inclinaciones y mucho más, que aplicamos al negociar. Y
seguramente algo de lo que hacemos nos ayuda a acertar; pero ese entramado
puede tener fallas, errores, ideas equivocadas, que en realidad pueden estar
obstaculizando el logro de lo que nos proponemos. Por eso antes de seguir
cualquier texto, propuesta o consejo sobre negociación, lo mejor que puede
hacer cada uno es revisar su "ADN negociador", revisarse, analizar
cuál es nuestra forma de negociar, qué hacemos bien y qué hacemos mal, y esto
sólo se puede lograr repasando cómo fue nuestro desempeño, casi viéndolo en nuestra
mente como si fuera repetición instantánea, una vez que hemos salido de una
reunión, junta o situación de negociación. Si logramos dilucidar qué hacemos
mal al negociar y lo corregimos, y logramos clarificar qué hacemos bien al
negociar, y en eso nos apoyamos, aun si no mejoráramos en nada más nuestras
habilidades, podríamos con toda certeza esperar mejores resultados.
Tu próxima
negociación
Si todo lo anterior no fuera suficiente para clarificar la
gran importancia que tiene la negociación en nuestras vidas, esta se hace
evidente cuando hacemos conciencia de un aspecto que para mí es la esencia de
lo atractivo, interesante y apasionante que es saber negociar: las
negociaciones son una cuestión de resultados. La próxima vez que negocies algo,
lo que sea, un sueldo, un permiso, un préstamo, la eliminación de una multa o
un esquema de pagos, el lugar para las próximas vacaciones o con quién las
pasarán, una compra, una venta o un descuento, el cumplimiento o el
incumplimiento de un acuerdo previo, algo sucederá. Cada vez que dos o más
personas negocien, algo sucederá. Incluso si al parecer no se llega a nada, ese
será el resultado, y podrá ser bueno para ti o no, podrá acercarse o no a lo
que tú esperabas. Así es, a base de pequeños acuerdos alcanzados o no alcanzados,
que se va conformando la forma en que vivimos, lo que tenemos y lo que no
tenemos, lo que logramos y lo que no logramos. Y en una negociación se da
siempre un principio de causa-efecto. Si se tiene el desempeño adecuado, se
puede esperar un resultado adecuado.
Escrito por Rafael González Montes de Oca
Publicado originalmente en HSM
Escrito por Rafael González Montes de Oca
Publicado originalmente en HSM
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